1st Party Fraud (Fraude de primera parte)

El fraude de primera parte (1st party fraud) ocurre cuando un cliente legítimo se presenta de manera engañosa para obtener crédito, bienes o servicios sin intención de pagar. A diferencia del robo de identidad o el fraude de terceros, en el que un delincuente suplanta a otra persona, en el fraude de primera parte el autor es el propio cliente – utilizando su nombre, cuenta o documentos de identidad reales.
Ejemplos típicos incluyen exagerar los ingresos en una solicitud de préstamo, disputar cargos válidos para generar chargebacks o solicitar crédito sin intención de reembolsarlo. Para los prestamistas y las plataformas digitales, este tipo de fraude es especialmente difícil de detectar porque se origina en un cliente real, a menudo con credenciales aparentemente legítimas.
Para bancos, proveedores de BNPL, organizaciones de microfinanzas y prestamistas digitales, el fraude de primera parte representa un riesgo oculto pero sistémico. Estudios de la industria muestran que puede representar un porcentaje significativo de las pérdidas crediticias, con frecuencia clasificadas como “deuda incobrable” en lugar de fraude. Esta clasificación incorrecta incrementa los créditos en mora y dificulta la precisión de los informes de riesgo.
Con el crecimiento del crédito digital, las aprobaciones en tiempo real y el financiamiento en e-commerce, las oportunidades para este tipo de abuso han aumentado. En BNPL, por ejemplo, los consumidores pueden sobreendeudarse deliberadamente con varios proveedores, sabiendo que es poco probable que paguen. En microfinanzas, ingresos familiares inflados o garantías mal representadas pueden tener efectos en cadena – no solo sobre prestamistas individuales, sino también sobre los esfuerzos más amplios de inclusión financiera.
El fraude de primera parte a menudo comienza con información falsa durante el registro o la solicitud:
Dado que estos casos involucran identidades auténticas y documentos KYC válidos, pasan inadvertidos en los filtros tradicionales de fraude. Las instituciones suelen detectarlos solo después de la mora o la disputa, lo que los hace costosos y difíciles de remediar.
Según estimaciones de la industria, el fraude de primera parte es uno de los tipos de fraude más comunes a nivel mundial. Mastercard estimó que el costo anual de este tipo de fraude se estima en unos 50 mil millones de dólares. En 2024 representó el 36% de todos los fraudes reportados – una cifra que continuará creciendo a medida que más actividad financiera se traslade al entorno en línea.
Los sistemas tradicionales de detección suelen fallar porque se basan en señales de identidad robada. Prevenir el fraude de primera parte requiere un enfoque en capas, impulsado por inteligencia:
Para las instituciones que buscan mantener el crecimiento mientras controlan las pérdidas por fraude, la capacidad de distinguir entre riesgo crediticio y riesgo de fraude es esencial.
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